Noches en vela
Publicado por
LeslieTora
en
19:46
Era noche cerrada. Todos los habitantes del pequeño pueblo dormían plácidamente en sus camas, sin tener ni idea de que más allá de la oscuridad existía algo que les amenazaba constantemente, minuto a minuto. A esas horas de la madrugada, sólo había una mujer despierta y consciente del peligro, la única en ese pueblo. Una mujer que esperaba junto a la ventana mirando el cielo iluminado, con la varita al alcance de la mano y acariciando de vez en cuando su abombado vientre.
Hacía algunos años que Martha había decidido renunciar a sus raíces mágicas y casarse con un humilde médico muggle. Había abandonado su casa y su puesto en el Ministerio, y roto el contacto con su familia y sus allegados magos. No se arrepintió de ello un solo instante. Sentía que le faltaba algo sin magia a su alrededor, pero aún así, era más feliz viviendo entre muggles. Junto a Jareth había tenido una hija que era la luz de su corazón, y un segundo bebé que estaba en camino. Sólo lamentaba una cosa: que la felicidad le hubiera llegado durante tiempos tan aciagos.
Porque sabía, como cualquier mago con algo de cabeza, que toda Inglaterra estaba amenazado por algo tan terrible que nadie se atrevía a pronunciar su nombre.
Aquella sombra había ido tomando el poder poco a poco, y cuando el mundo fue consciente de su presencia, ya era demasiado tarde. Asesinatos, masacres encubiertas de hijos de muggles, manipulaciones, publicaciones llenas de mentiras... eran tan hábiles que conseguían que todos dudaran de lo que no veían sus ojos. No podías mirar a tus amigos sin apartar tus sospechas, no podías confiar en nadie sin miedo a una traición.
Martha volvió a coger de la mesa el ejemplar del Profeta que le había llegado esa mañana. No comentaban absolutamente nada de interés; era obvio que habían llegado a controlarla mediante extorsiones o amenazas. Los periódicos muggles translucían algo de verdad, si sabías mirarlos. Un escape de gas que había matado a 17 personas. Un desafortunado incendio que había acabado con una familia entera el dia anterior. Historias inventadas para ocultar los actos delictivos de esos monstruos. Los muggles, que no poseían sangre mágica, vivían felices en la ignorancia gracias a esas excusas. Los magos, sin información, estaban aún más perdidos... ¿cómo luchar sin saber a quién tienes que enfrentarte?
Había gente que luchaba, ella lo sabía. Parte de sus antiguos compañeros de Gryffindor estaban más que dispuestos a oponer resistencia a quienquiera que fuese. Ella recibía noticias de vez en cuando de esa Orden de valientes. Se habría sumado a la lucha si no tuviera ya una familia a la que cuidar.
Esa era la verdadera razón por la que Martha se había escondido y apartado del mundo mágico. Los matrimonios de magos con muggles eran uno de los blancos más frecuentes de los ataques. Ya que había corrido el riesgo, quería proteger a su familia lo máximo posible. Pero las cosas en el mundo mágico iban a peor y no tardarían en afectar al muggle. Los ataques eran más salvajes y frecuentes. De vez en cuando aparecía una marca de muerte en el cielo, una tenebrosa calavera verde... y eran pocos los que sobrevivían para contarlo.
Por eso ella no quería irse a dormir, no hasta que llegara el alba; y una noche más, sus seres queridos estuvieran seguros. Por eso miraba por la ventana, con miedo de vislumbrar un brillo verdoso en el cielo. Sabía que, en caso de ataque, todos sus vecinos y amigos muggles morirían. Lo único que podía hacer ella era asegurar a su familia una vía de escape. Aparición, polvos flu, escobas voladoras. Lo había preparado todo. Si ellos llegaban, no la cogerían desprevenida.
En medio de su vigilancia silenciosa, escuchó llorar a Leslie. Se levantó y se acercó hasta la cuna; Jareth trabajaba al día siguiente y no quería que se despertara. Cogió a su pequeña hija en brazos y la acunó, intentando que su llanto parase. La niña calló al rato y se quedó mirándola con unos ojos curiosos e inocentes. Martha sonrió. Tenía miedo, pero su determinación era más fuerte. Sabía por lo que luchaba. Por ellos daría hasta su propia vida.
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