Cornelius Fudge.
El hombre con aspecto de vagabundo se había levantado otra vez. Fijó un momento los ojos en ellos, como si hubiera descubierto algo; luego, se volvió repentinamente hacia Fudge y exclamó “¡Incendio!”. La cama se prendió instantáneamente. Leslie ahogó un grito; pero el mago sólo hizo durar unos segundos el hechizo. Fudge seguía intacto (o casi), pero el collar aparecía chamuscado en algunas zonas. Era evidente que el fuego le afectaba.
Troy trató de arrancar la soga una vez más, pero ni siquiera así lo lograron. El collar se regeneraba a una velocidad sorprendente, y juraría que estaba más pequeño que antes.
-Por favor, el hechizo – Paul señaló al Ministro y Leslie se acercó otra vez. No sabía si podía seguir haciendo aquello mucho más tiempo. Repitió el hechizo curativo y algo extraño sucedió. No logró hacerlo como correspondía, pero Fudge se recuperó lentamente. Notaba claramente su latido estabilizarse. Algo no tenía sentido, pero por ahora estaba aguantando. Eso era lo importante.
Los caminos se agotaban. Su fin estaba cada vez más cerca.Y aquella gente la miraba como si esperase algo de ella, como si esperase que salvara la situación o se sacara un truco de la manga. ¿Pero qué más podía hacer? ¡Eran ellos los magos experimentados! Ella sólo era una niña, sólo...
-El hechizo – esta vez no hubo dudas. El hechizo falló, pero Fudge se recuperó por momentos. Leslie miró su varita, confundida. Pero no podía pararse a pensar, no había tiempo. Le había conseguido segundos. Un minuto, como mucho. Había que actuar.
Los caminos se agotaban. Su fin estaba cada vez más cerca.Y aquella gente la miraba como si esperase algo de ella, como si esperase que salvara la situación o se sacara un truco de la manga. ¿Pero qué más podía hacer? ¡Eran ellos los magos experimentados! Ella sólo era una niña, sólo...
-El hechizo – esta vez no hubo dudas. El hechizo falló, pero Fudge se recuperó por momentos. Leslie miró su varita, confundida. Pero no podía pararse a pensar, no había tiempo. Le había conseguido segundos. Un minuto, como mucho. Había que actuar.
El hombre con aspecto de vagabundo se subió a la cama y miró primero a Troy, después a Leslie, con unos ojos oscuros y siniestros.
-Voy a quemar al señor Ministro – anunció, y soltó una risa desagradable. Leslie asintió, con el corazón desbocado. La sola idea parecía una locura. Pero no tenían tiempo de pensar en nada más.
Observó con angustia cómo el cuerpo de Fudge se envolvía en llamas. Alrededor de ellos, los sanadores entraron en pánico. El Ministro era una bola anaranjada que se abrasaba, se chamuscaba, se consumía rápidamente a ojos de todos sin emitir siquiera un gemido.
-¿Sigo quemando al señor Ministro? – le preguntó el siniestro mago. Leslie no aguantaba esa mirada sobre ella. Notó que se mareaba, veía una especie de puntitos delante de los ojos.
-Párelo – consiguió decir. El hombre obedeció y el fuego se extinguió. A sus ojos quedó el cuerpo de Fudge… mejor dicho, el cadáver chamuscado de Fudge. La soga había quedado hecha cenizas, sí, pero él estaba muerto. O sus ojos le decían que estaba muerto. Sin embargo, ella seguía con la varita levantada, preparada para el hechizo curativo. Sentía que no tenía fuerzas para hacer otro. Pero si había podido con Marvin, podía en esta ocasión también… necesitaba hacer el hechizo pronto…
Entonces, en un chispazo, comprendió algo. No, no necesitaba el hechizo.
Se bastaba ella sola.
Instintivamente, se lanzó hacia Fudge, sin prestar atención a nada más. Apoyó las manos en su pecho. No sabía cómo, sólo sentía que podía hacer que Fudge reviviese. Pero estaba agotada. No podía ella sola, necesitaba apoyo.
-Preparaos para curarle – dijo a los sanadores. Su voz sonaba segura, determinada.
-Pero… está muerto… - escuchó decir a uno de los sanadores.
-¡¡Curadle!! – les gritó. No podía pararse a discutir. Concentró todas sus fuerzas en Fudge, en hacer que regresara. Su corazón tenía que volver a latir. Sabía que podía hacerlo, no había alternativa.
Desplegó todas sus energías en él, pero no pudo ver si su magia tenía efecto porque rápidamente comenzó a quedarse sin fuerzas. Hizo lo que pudo hasta alcanzar su límite. Se desmayó, su cuerpo cayó agotado por el tremendo esfuerzo. No veía nada más que oscuridad.
-¿Sigo quemando al señor Ministro? – le preguntó el siniestro mago. Leslie no aguantaba esa mirada sobre ella. Notó que se mareaba, veía una especie de puntitos delante de los ojos.
-Párelo – consiguió decir. El hombre obedeció y el fuego se extinguió. A sus ojos quedó el cuerpo de Fudge… mejor dicho, el cadáver chamuscado de Fudge. La soga había quedado hecha cenizas, sí, pero él estaba muerto. O sus ojos le decían que estaba muerto. Sin embargo, ella seguía con la varita levantada, preparada para el hechizo curativo. Sentía que no tenía fuerzas para hacer otro. Pero si había podido con Marvin, podía en esta ocasión también… necesitaba hacer el hechizo pronto…
Entonces, en un chispazo, comprendió algo. No, no necesitaba el hechizo.
Se bastaba ella sola.
Instintivamente, se lanzó hacia Fudge, sin prestar atención a nada más. Apoyó las manos en su pecho. No sabía cómo, sólo sentía que podía hacer que Fudge reviviese. Pero estaba agotada. No podía ella sola, necesitaba apoyo.
-Preparaos para curarle – dijo a los sanadores. Su voz sonaba segura, determinada.
-Pero… está muerto… - escuchó decir a uno de los sanadores.
-¡¡Curadle!! – les gritó. No podía pararse a discutir. Concentró todas sus fuerzas en Fudge, en hacer que regresara. Su corazón tenía que volver a latir. Sabía que podía hacerlo, no había alternativa.
Desplegó todas sus energías en él, pero no pudo ver si su magia tenía efecto porque rápidamente comenzó a quedarse sin fuerzas. Hizo lo que pudo hasta alcanzar su límite. Se desmayó, su cuerpo cayó agotado por el tremendo esfuerzo. No veía nada más que oscuridad.
"ME DEBES ALGO..."
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